El Buho, Eduardo Valle Espinoza, por José Luis Hernández Jiménez

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EL BUHO
Por José Luís Hernández Jiménez

Sí, se siente gacho perder a un amigo y, además, compañero de un sinnúmero de batallas. Él perdió la última, la que, finalmente, todos vamos a perder, la batalla por la vida. Como a las 15 horas de hoy, en Matamoros, Tamaulipas, murió Miguel Eduardo Valle Espinoza, mejor conocido como el Búho.

La primera vez que le vi, cuando le conocí – en las viejas oficinas del Partido Mexicano de los Trabajadores, en febrero de 1975 – los comentarios que sobre él se hacían, le formaban una especie de aureola, por haber sido uno de los dirigentes más populares, y de los más jóvenes, del Movimiento Estudiantil Popular de 1968. “¡Ese es el Búho, oh!”, decían. Además, en ese momento, ya era uno de los personajes principales de dos libros: “La Noche de Tlaltelolco” y “Regina”.

Su oratoria clara, precisa, contundente, convincente, con su vozarrón de general de los de antes, impactaba a cualquier auditorio. Personalmente, creo, era el cuarto orador más impactante que me ha tocado conocer. ¡Qué privilegio! ¿Los otros? Heberto Castillo, Demetrio Vallejo y Luís Tomás Cervantes Cabeza de Vaca. Dicen que Lombardo Toledano también era muy bueno en eso del arte de hablar, pero a este no lo conocí.

La última ocasión que platicamos personalmente fue en agosto de 2009. Le invité a dar una conferencia (La Izquierda en Norteamérica”) a nombre de la AC que presido, Por el Cambio con Dignidad y, no obstante los diversos obstáculos que había para su asistencia a la misma (“Es que económicamente estoy muy jodido, hermano”, me dijo), acudió gustoso. Dijo sus verdades, dos que recuerdo bien. Un reclamo: ¿Por qué han permitido tan grave deterioro de la izquierda? Y una propuesta: si la izquierda mexicana quiere trascender, debe tomar en cuanta a la izquierda de la región, EU y Canadá.

Luego platicamos largamente. Recordamos, reflexionamos. Quedamos de volver a vernos “un día”.

Por esas circunstancias raras de la vida, algunos hechos nos ligaron sólidamente, de alguna manera: me tocó sustituirlo, en el PMT, primero, en el cargo de Presidente del Comité Estatal del DF, luego en el de Secretario de Relaciones Exteriores del Comité Nacional. Además fuimos parte de dos Comisiones que, espero, algún día serán valoradas en su importancia. Ambas para promover la unidad de la izquierda en México. La primera para promover la fusión que diera origen al PSUM (Partido del que finalmente, no formamos parte); la otra para promover otra fusión, la que diera origen al PMS. Hubo una tercera, en la que él declinó participar, la que ayudó a dar origen el PRD. Entre otros motivos porque no soportaba tener cerca a don Porfirio. Y es que no olvidaba que Muñoz Ledo enalteció a Gustavo Díaz Ordaz luego de la represión de éste contra el Movimiento Estudiantil de 1968. Por si fuera poco, los dos estudiamos Economía, él en la UNAM y yo en la UAM. Para colmo, un día nos vimos ambos siendo articulistas de El Universal. Actualmente él seguía colaborando en dicho diario.

Cuando fue diputado federal se distinguía por ser el único que acudía a las sesiones, de mezclilla y con tenis. Y por ser el que mas intervenía en tribuna, refutando siempre a los priístas.
Para sobrevivir económicamente aceptó ser asesor del Dr. Jorge Carpizo, Procurador General de la República en el sexenio de Salinas de Gortari. Ahí se metió en otro lío, pues se dedicó a combatir a los narcos, en especial a los agrupados en el Cartel del Golfo. Cuando no obtuvo el apoyo necesario para lograr su propósito, renunció y dejó, como testimonio, un texto que se volvió libro revelador de ese mundo, El Segundo Disparo; libro que debería de leerse con cuidado para comprender el desarrollo catastrófico, de ese fenómeno en el país. Ahí aparecen nombres de involucrados, muy conocidos en el medio político.

Su labor en la PGR no fue comprendida por no pocos de sus ex compañeros de Partido y de ideología. En silencio pero se le estigmatizó, como bien lo sabe hacer eso que llaman izquierda. Tuvo que irse a vivir a los EU. Recién había logrado volver de este lado de la frontera, apenas para sobrevivir con muchos apuros económicos. Estos y sus males de salud habían minado seriamente su tolerancia a lo cotidiano.

Cáncer de riñón, cáncer de pulmón, mala alimentación, pobreza extrema, un infarto, otro, y su vida acabó a los 65 años de edad. “Esto sí me ha pegado. Siento que he perdido uno de mis brazos” me dice, muy dolido, Luís Tomas Cervantes Cabeza de Vaca. Salvador Ruiz Villegas está muy triste. Marcelino Perelló, Luís Gonzáles de Alba, Joel Ortega (el mismo que descalabró al Presidente Echeverría cuando éste se atrevió a pisar suelo de la UNAM), y otros de sus compañeros de aquél histórico Movimiento de 1968, y del ex PMT, están de luto junto con su familia directa, Chelo, José, Ímuris, Eréndira,…Nosotros también.
México DF a 3 de mayo de 2012.

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