Reflexiones de Fidel Castro: Obama no estaba obligado a un acto cínico

(El líder de la Revolución Cubana se cuestiona: «¿Por qué Obama aceptó
el Premio Nobel de la Paz cuando ya tenía decidido llevar la guerra en
Afganistán hasta las últimas consecuencias? No estaba obligado a un
acto cínico». También aborda la posición vacilante del presidente
norteamericano ante la grave crisis ambiental del planeta que pone en
juego la existencia humana)

En los párrafos finales de una Reflexión titulada “Las campanas están
doblando por el dólar”, elaborada hace dos meses, el 9 de octubre de
2009, hice una referencia al problema del cambio climático adonde el
capitalismo imperialista ha conducido a la humanidad.

“Estados Unidos –dije, refiriéndome a las emisiones de carbono– no
está haciendo ningún esfuerzo real. Sólo están aceptando un 4% de
reducción con respecto al año 1990”. En ese momento los científicos
exigían un mínimo que fluctuaba entre el 25 y el 40% para el año 2020.

De inmediato añadí: “En horas de la mañana de hoy viernes 9, el mundo
se despertó con la noticia de que ‘el Obama bueno’ del enigma,
explicado por el Presidente Bolivariano Hugo Chávez en las Naciones
Unidas, recibió el Premio Nobel de la Paz. No siempre comparto las
posiciones de esa institución, pero me veo obligado a reconocer que en
estos instantes fue, a mi juicio, una medida positiva. Compensa el
revés que sufrió Obama en Copenhague al ser designada Río de Janeiro y
no Chicago como la sede de las Olimpíadas del 2016, lo cual provocó
airados ataques de sus adversarios de extrema derecha.”

“Muchos opinarán que no se ha ganado todavía el derecho a recibir tal
distinción. Deseamos ver en la decisión, más que un premio al
Presidente de Estados Unidos, una crítica a la política genocida que
han seguido no pocos presidentes de ese país, los cuales condujeron el
mundo a la encrucijada donde hoy se encuentra; una exhortación a la
paz y la búsqueda de soluciones que conduzcan a la supervivencia de la
especie.”

Era obvio que observaba cuidadosamente al Presidente negro electo en
un país racista que sufría profunda crisis económica, sin prejuzgarlo
por algunas de sus declaraciones de campaña y su condición de jefe del
ejecutivo yanki.

Casi un mes después, en otra Reflexión que titulé “Una historia de
ciencia ficción”, escribí lo siguiente:

“El pueblo norteamericano no es culpable, sino víctima de un sistema
insostenible y lo que es peor: incompatible ya con la vida de la humanidad.”

“El Obama inteligente y rebelde que sufrió la humillación y el racismo
durante la niñez y la juventud lo comprende, pero el Obama educado y
comprometido con el sistema y con los métodos que lo condujeron a la
Presidencia de Estados Unidos no puede resistir la tentación de
presionar, amenazar, e incluso engañar a los demás.”

De inmediato añado: “Es obsesivo en su trabajo;  tal vez ningún otro
Presidente de Estados Unidos sería capaz de comprometerse con un
programa tan intenso como el que se propone llevar a cabo en los
próximos ocho días.”

Analizo, como puede observarse en esa Reflexión, la complejidad y las
contradicciones de su largo recorrido por el Sudeste asiático y pregunto:

“¿Qué piensa abordar nuestro ilustre amigo en el intenso viaje?” Sus
asesores habían declarado que hablaría de todo con China, Rusia,
Japón, Corea del Sur, etcétera, etcétera.

Es ya evidente que Obama preparaba el terreno para el discurso que
pronunció en West Point el 1º de diciembre de 2009. Ese día se empleó
a fondo. Elaboró y ordenó cuidadosamente 169 frases destinadas a tocar
cada una de las “teclas” que le interesaban, para obtener de la
sociedad norteamericana su apoyo a una estrategia de guerra. Adoptó
poses que harían palidecer a las Catilinarias de Cicerón. Ese día tuve
la impresión de estar escuchando a George W. Bush;  sus argumentos en
nada se diferencian de la filosofía de su antecesor, excepto por una
hojita de parra: Obama se oponía a las torturas.

El jefe principal de la organización a la que se atribuye el acto
terrorista del 11 de Septiembre, había sido reclutado y entrenado por
la Agencia Central de Inteligencia para combatir contra las tropas
soviéticas y ni siquiera era afgano.

Las opiniones de Cuba condenando aquel hecho y otras medidas
adicionales fueron proclamadas ese mismo día. También advertimos que
la guerra no era el camino para luchar contra el terrorismo.

La organización del Talibán, que significa estudiante, surgió de las
fuerzas afganas que luchaban contra la URSS y no eran enemigas de
Estados Unidos. Un análisis honesto conduciría a la verdadera historia
de los hechos que originaron esa guerra.

Hoy no son los soldados soviéticos, sino las tropas de Estados Unidos
y la OTAN las que a sangre y fuego ocupan ese país. La política que se
ofrece al pueblo de Estados Unidos por la nueva administración es la
misma de Bush, quien ordenó la invasión de Iraq, que nada tenía que
ver con el ataque a las Torres Gemelas.

El Presidente de Estados Unidos no dice una palabra de los cientos de
miles de personas, incluidos niños y ancianos inocentes, que han
muerto en Iraq y Afganistán y los millones de iraquíes y afganos que
sufren las consecuencias de la guerra, sin responsabilidad alguna con
los hechos ocurridos en New York. La frase con que concluye su
discurso: “Dios bendiga a Estados Unidos”, más que un deseo, parecía
una orden al cielo.

¿Por qué Obama aceptó el Premio Nobel de la Paz cuando ya tenía
decidido llevar la guerra en Afganistán hasta las últimas
consecuencias? No estaba obligado a un acto cínico.

Anunció luego que recibiría el Premio el día 11 en la capital de
Noruega y viajaría a la Cumbre de Copenhague el 18.

Ahora hay que esperar otro discurso teatral en Oslo, un nuevo
compendio de frases que ocultan la existencia real de una
superpotencia imperial con cientos de bases militares desplegadas por
el mundo, doscientos años de intervenciones militares en nuestro
hemisferio, y más de un siglo de acciones genocidas en países como
Vietnam, Laos u otros de Asia, África, el Medio Oriente, los Balcanes
y en cualquier parte del mundo.

El problema ahora de Obama y sus aliados más ricos, es que el planeta
que dominan con puño de hierro se les está deshaciendo entre las manos.

Es bien conocido el crimen cometido por Bush contra la humanidad
ignorando el Protocolo de Kyoto y dejando de hacer durante 10 años lo
que debió hacerse desde mucho antes. Obama no es ignorante; conoce
como conocía Gore, el grave peligro que amenaza a todos, pero vacila y
se muestra débil frente a la oligarquía irresponsable y ciega de ese
país. No actúa como un Lincoln, para resolver el problema de la
esclavitud y mantener la integridad nacional en 1861, o como un
Roosevelt, frente a la crisis económica y el fascismo. El martes lanzó
una tímida piedra en las revueltas aguas de la opinión internacional:
la administradora de la EPA (Agencia de Protección Ambiental) Lisa
Jackson, declaró que las amenazas para salud pública y el bienestar
del pueblo de Estados Unidos que significa el calentamiento global, le
permiten a Obama adoptar medidas sin contar con el Congreso.

Ninguna de las guerras que han tenido lugar en la historia, significan
un peligro mayor.

Las naciones más ricas tratarán de lanzar sobre las más pobres el peso
de la carga para salvar la especie humana. Debe exigírseles el máximo
de sacrificio a los más ricos, un máximo de racionalidad para el
empleo de los recursos, y un máximo de justicia para la especie humana.

Es probable que, en Copenhague, lo más que se logre sea un mínimo de
tiempo para alcanzar un acuerdo vinculante que sirva realmente para
buscar soluciones. Si eso se logra, la Cumbre significaría al menos,
un modesto avance.

¡Veremos qué ocurre!

Fidel Castro Ruz

Diciembre 9 de 2009

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