FIN DE UN CICLO, por José Jiménez

FIN DE UN CICLO
Por José Jiménez
Con la reforma energética regresiva aprobada en las cámaras se cierra el ciclo de alcance transformador de la revolución mexicana y el estado mexicano, dando paso a la imposición más amplia de las políticas capitalistas neoliberales, así se entiende también cuando el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas señala que esa enmienda representa el regreso a la época porfirista y frenarán las trasnacionales el desarrollo del país.
De hecho nos volverán a una situación anterior a 1938, año de la expropiación petrolera, “ya que lo que interesa a concesionarios, contratistas, licenciatarios, como quiera llamárseles en este nuevo mecanismo, que abre la reforma, será tener la mayor utilidad en el menor tiempo posible, y esto abre la posibilidad a un manejo irracional del uso de las reservas de hidrocarburos del país y de que México nunca industrialice sus recursos básicos, como el petróleo.”
Los cambios abren de lleno a que toda la riqueza petrolera del país y las decisiones que tienen que ver con el desarrollo económico nacional serán tomadas por las grandes trasnacionales; la energía, la electricidad y el petróleo, no solo dejan de ser elementos estratégicos bajo la rectoría del estado mexicano sino se entrega al capital para el capital.
La energía es estratégica no solo por ser un elemento más de consumo, sino por ser una necesidad básica para el movimiento de toda la planta productiva.
La acción privatizadora, iniciada en los años ochenta, lleva a que solo queden algunos segmentos con carácter social como es la educación a nivel medio y superior, la salud, el agua y el aire que parecen ser ya son consideradas.
Muy sonora fue en su momento y después aquella frase pronunciada desde un informe presidencial al nacionalizar la banca, “ya nos saquearon y nos vuelven a saquear”, que ahora se presenta en una expresión de augurios negativos de ya nos habían privatizado en un primer ciclo, ahora en esta segunda etapa, se escucha, nos acaban y vuelven a privatizar.
La izquierda como real oposición deberá reformular un programa de lucha frente al capital neoliberal y señalar con toda claridad su proyecto, actuación y formas de lucha. Cabria de principio aceptar que hasta el momento su actuación, en forma y contenido, no ha sido suficiente para detener esas políticas y mucho menos cambiarlas a otra orientación, más cuando se insiste en encadenar el destino nacional al capital transnacional.
Efectivamente, en un primer paso lo importante es la unidad y coincidir en el propósito aún con diferencias de matices, pero coincidencias en los propósitos, más cabrá saldar cuentas con posturas que van al colaboracionismo abierto, en un espejismo ingenuo, engañando en el ir a un cogobierno o de suponer reformas o cambios en asuntos de fondo en posturas políticas. Eso es ingenuidad, ser acomodaticios como “izquierda inteligente” o pasarse de listos.
Al momento se ha considerado el ir en un proceso de acción a largo plazo con el planteamiento de insistir en que se realice una consulta popular para echar abajo las modificaciones para revertirla y que este vigente hasta julio de 2015.
Frente a gobiernos entreguistas y desnacionalizadores, la izquierda nacionalista y de más a la izquierda, puede asumir como programa político precisamente a la constitución de 1917, como proyecto revolucionario que se retome al incluir la visión social, el trabajo, la economía mixta, la energía con el petróleo y la electricidad, la tierra con el ejido y la producción agrícola colectiva para la alimentación, la educación, así como la propiedad social, no del estado, sino de la organización social.

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