Diversidad: Los Emotivos y los motivos de los Emos en Cuba

DIVERSIDAD: LOS EMOTIVOS

Cultura y mentalidades en la sociedad cubana actual: representaciones  sociales, imaginarias, construcción simbólica, lenguajes y discursos…

Alejandro Rodríguez Rodríguez

Esquife.- Comentaban en la parada de la guagua: «óyeme, yo le tengo una mala voluntad a todos los raros esos que andan vestidos de negro, tomando ron y escuchando música ruidosa por ahí. yo no me explico como los padres permiten eso.»

Hasta ahí atinó mi oído a querer escuchar –suelo alejarme de criterios reactivos. Usted puede tener la opinión que quiera, o la que su nivel cultural le permita, sobre cualquier tema; pero de ahí a expresarse  irrespetuosamente va un trecho gigantesco. No pudo siquiera aquel señor explicar en concreto qué tipo específico de «raros» no soportaba.

Quizás los «raros» que más sufren del desentendimiento social, sean los rockeros –punks–, una de las tribus urbanas que más auge ha cobrado en los últimos años, pero también puede ser otro grupo, los EMOs, igualmente segregados, incluso por el resto de las tribus urbanas.

Aunque sus orígenes se encuentran en la década de los sesentas, la cultura EMO nace con fisonomía propia en los años ochentas como un estilo musical derivado del estilo punk hardcore americano. El término EMO viene del inglés: Emotional hardcore music.

Los EMOs se han difundido sobre todo en Latinoamérica, principalmente en Chile, México y Argentina, países donde el marco económico permite la expresión plural de la cultura. La mayoría tiene edades entre los catorce y veinte años y los caracteriza una visión negativa de la vida: suelen
mostrarse al mundo como pesimistas, víctimas de una sociedad creada pensando en el capital y en los intereses privados, que se olvida de las personas y sus verdaderas necesidades espirituales.

El salto de los EMOs a la popularidad ha dado mucho que hablar, porque aunque son jóvenes pacíficos en su mayoría, han tenido detractores que les tachan de superficiales y de seguir modas, lo cual en varias ocasiones ha generado rechazo social hacia esta cultura urbana.

Formalmente los EMO se caracterizan por un peinado engominado, cubriendo parte de la cara, piercings, tenis Converse –que en Cuba solo pueden adquirirse a un costo que oscila entre los cuarenta y los setenta CUC–, muñequeras, chapas, sudaderas con capucha, camisetas ajustadas (generalmente negras) y calzoncillos a la vista.

El concepto del mundo, o al menos el que preconizan, es su identidad como mentes inconformes y pesimistas. Se preocupan mucho por su apariencia, igual que el resto de las tribus, y se declaran en contra de las modas (aunque extrañamente ser EMO está de moda), suelen tener tendencia a preguntarse el
sentido de las cosas y no suelen creer en las religiones. Una de sus frases más repetidas, que se puede oír en cualquier esquina de las ciudades cubanas donde existen las tribus urbanas (las más representativas: Habana, Holguín, Santiago de Cuba, Santa Clara y Camagüey) es el EMO nace, no se hace, sustituir un dolor por otro produce alivio.

Expresiones como esta abundan entre los seguidores de la su estilo, que invitan a la autolaceración como método de escape al supuesto dolor emocional que implica estar vivos.

Los Pokemones integran una cultura similar a la de los EMOs, aunque basada más en la estética y con una visión de la vida más positiva. Surgieron en Chile hace poco más de un año, y junto a los EMOs, están bastante extendidos en América Latina. Al ser una tribu derivada de los anteriores, visten prácticamente igual. Su principal diferencia es que llevan ropa más colorida, con pantalones chillones y complementos de colores vivos.

Heredan  gran parte de sus ideas de los EMOs, diferenciándose de estos en que ven la vida desde un punto de vista más positivo.

TRIBUS URBANAS

Una tribu urbana –definición más extendida y mejor entendida– es un grupo de gente, generalmente jóvenes, que se comportan de acuerdo a las ideologías de una subcultura, que se origina y se desarrolla en el ambiente de una urbe o ciudad.

Otras fuentes las definen como pandillas, bandas callejeras o simplemente agrupaciones juveniles que visten de forma similar, que poseen hábitos y lugares de reunión comunes. El concepto de la banda consiste en buscar en sus análogos modos de pensar y de sentir semejantes a los propios, sin ser
necesariamente conscientes de ello.

Formar parte de la banda refuerza la negación juvenil a la obligación de adaptarse un mundo adulto, a sus reglas sociales de pensamiento y de conducta. La banda ofrece a sus miembros la base afectiva que estos no pueden encontrar en su entorno social tradicional. El juego, la bebida, el flirteo, incluso el escándalo en la vía pública o la destrucción de objetos,
son algunas actividades que producen bienestar en el grupo.

El objetivo fundamental, no obstante, no es la actividad en sí, sino el estar juntos en base a las semejanzas.

La mayor parte de los analistas del tema concuerdan en que el fenómeno de las tribus urbanas no es nada más que la búsqueda de los jóvenes de aquella identidad que añoran. Cuando un joven se integra a una sociedad que posee y le permite expresar las mismas tendencias, modas y pensamientos que él, este
se sentirá identificado tanto con el grupo como con sus símbolos y modas.

La identidad de cada una de estas tribus discurre según su ideología y según la individualidad de la persona en sí, por ejemplo, mientras los skinheads (cabezas rapadas) son de tendencias violentas, los hippies manifiestan un
comportamiento pasivo –partiendo del pacifismo. El fenómeno hippie surgió en Estados Unidos al calor de la protesta contra la guerra en Viet Nam.

Las tribus urbanas se caracterizan por mantener un patrón estético regular entre varios individuos de la misma tendencia. Los miembros de una tribu suelen tener fuertes convicciones sociales, de carácter místico, o incluso creencias religiosas.

PUNK V/S EMO

En los últimos tiempos los EMOs se han visto en la mirilla de la prensa, no justamente por ser adolescentes adictos a la melancolía, con un concepto estético oscuro y andrógino –resulta difícil, atendiendo a la vestimenta y el maquillaje identificar el género de un EMO. Han saltado a la popularidad,
por desgracia, porque se ha puesto de moda golpearlos. «Si los ves solos o en grupos, golpéalos. Si crees que son muchos para una sola persona, llama a algunos amigos. Si te cansas de golpearlos descansa, no te preocupes, no irán a ningún lado».

La mayoría de las páginas web que distribuyen esta propaganda son europeas, lo que explica su confeso aliento racista, fundamentalista y xenofóbico, porque gran parte de la comunidad EMO que habita sus ciudades es de origen
latino.

La moda de incitar a la violencia contra la comunidad EMO viene casi siempre de bocas punks. Lo que les irrita de los EMOs –según sintetizó un contribuyente de Wikipedia– es que, pese a que surgieron de un movimiento musical con una propuesta bastante definida, ahora son sólo fachadas, sin ningún ideal o identidad.

Dentro de las tribus urbanas también se encuentran individuos denominadas posers, que usan la estética y despliegan el comportamiento de una tribu urbana específica, pero no comparten la filosofía propia del movimiento. Los posers generalmente resultan marginados por las tribus a las que imitan.

De este concepto parten los detractores del fenómeno EMO. Hecho que deviene en un conflicto conceptual entre las tribus, que luego se desarrolla en luchas entre las mismas: enfrentamientos armados en lugares públicos, insultos a través de imágenes vía Internet o graffitis en paredes públicas.

La anarquía, que no es el caos, –corriente que defienden los seguidores del estilo punk– fomenta el gobierno de uno mismo, el autocontrol ¿No estarán entonces traicionando su propia identidad bajo el pretexto de la falsa identidad EMO? Sentirse ajeno a las creencias de un grupo determinado no otorga el derecho a excluirlo, menos aún golpearlo, menos aún incitar a la violencia masiva en su contra.

Mucha gente está de acuerdo –me incluyo en esa lista– en que la depresión y la melancolía, casi patológicas, no son códigos para descifrar el misterio de la vida humana. Objetamos con fundamentos de preservación de la cultura tradicional la idea de vestirse como mujer y hombre a la vez. No compartimos
la opción de la anorexia y el suicidio juvenil, pero incluso así, respetamos su forma, y siempre que no contradigan las normas de lo legal, es perfectamente tolerable.

No obstante, es verdad que bajo la bandera de «respeta la intensidad de mis sentimientos» muchos EMOs rinden culto a la insustancialidad, a la superficialidad. a la pura fantochería.

El enfrentamiento entre estas dos tendencias de tribus urbanas, en países donde se expresa con rasgos clásicos la sociedad de consumo, se debe en mayor medida a la «invasión» de los espacios de convivencia de uno y otro grupo.

La incitación a la violencia, recordemos, fue un mecanismo usado con éxito rotundo en la propaganda nazi antes de la II Guerra Mundial, que le dio puertas abiertas como fenómeno de masas al nacionalsocialismo alemán.

COMPORTAMIENTO JUVENIL

Las prácticas juveniles en la actualidad llaman la atención de la opinión pública, los medios de comunicación y las autoridades políticas en todas partes del mundo. Sin embargo, a pesar de la relevancia del tema, son escasas las investigaciones sociológicas que hablan de los jóvenes desde su condición identitaria. Casi todos los estudios que se realizan están plagados de una visión estereotipada que apenas permite entender el actuar
de los jóvenes del hoy.

El estudio sobre el comportamiento de la juventud se inicia a partir de las investigaciones del norteamericano Ralph Lintonen en la década de los cuarentas del siglo pasado. Lintonen, mediante la mera observación de los adolescentes estadounidenses de las escuelas secundarias, se percata de que
estos «están comenzando a construir un mundo separado al de sus propios padres con sus propias normas y valores».

Para esta época la escuela comienza a transformarse en el centro de la vida social de los jóvenes, en un espacio que origina una nueva sociabilidad y nuevas representaciones asociadas a cada demarcación cultural.

Posteriormente otros investigadores del tema evaluarán las ideas de Ralph Lintonen, legitimando el surgimiento de una cultura juvenil, que «cristalizaba en una cultura autónoma e interclasista centrada en el consumo hedonista, a pesar que ésta no producía, por estar todavía en el sistema educativo». Esto lleva a algunos a señalar que la cultura juvenil se aleja cada vez más del trabajo como virtud, e incluso de la estructura de clases, ya que el acceso al tiempo libre, por ejemplo, eliminaba las diferencias sociales entre los jóvenes, uniformándose la cultura juvenil, en la medida en que se vinculan al mercado a través del consumo.

El contexto social en el que surgen estos grupos de jóvenes no es de manera preponderante en la marginación; en no pocos casos, se trata de miembros de la clase media y alta con acceso a la educación universitaria y con fuentes de ingresos que les permite sostener un estilo de vida y de consumo elevados.

Distinguir entre las «expresiones» juveniles del mercado de consumo y las inquietudes sociales de la juventud nos permitirá orientar la participación de los jóvenes en procesos de compromiso con su entorno social inmediato trascendiendo los estereotipos de consumo.

Algunos investigadores, atendiendo a este último postulado, sostienen que las tribus urbanas no son un fenómeno social. A su entender estas son un modelo de consumo predefinido por las leyes del mercado. Los comportamientos juveniles cotidianos donde, según estos autores, se observa un proceso paulatino de rechazo al valor intrínseco de las normas sociales tradicionales, permiten construir imágenes estereotipadas, etiquetándolos
como individualistas, consumistas, amorales y apolíticos.

En Cuba las tribus han venido cobrando auge desde antes de la caída del campo socialista –aunque este hecho fue el principal impulsor del fenómeno.

La capital y otras ciudades importantes fueron las iniciadoras, pero hoy se les puede observar casi en toda la isla, aún en zonas rurales donde parecía imposible, ilógica, su localización.

Por suerte los jóvenes cubanos que pertenecen a la comunidad EMO reconocen que sus problemas no imponen la necesidad de apelar al suicidio como salida.

Los datos sobre la muerte autoinfligida en Cuba dan fe de ello
DIVERSIDAD: LOS EMOTIVOS
Cultura y mentalidades en la sociedad cubana actual: representaciones
sociales, imaginarias, construcción simbólica, lenguajes y discursos…
Alejandro Rodríguez Rodríguez
Esquife.- Comentaban en la parada de la guagua: «óyeme, yo le tengo una mala voluntad
a todos los raros esos que andan vestidos de negro, tomando ron y escuchando
música ruidosa por ahí. yo no me explico como los padres permiten eso.»
Hasta ahí atinó mi oído a querer escuchar –suelo alejarme de criterios
reactivos. Usted puede tener la opinión que quiera, o la que su nivel
cultural le permita, sobre cualquier tema; pero de ahí a expresarse
irrespetuosamente va un trecho gigantesco. No pudo siquiera aquel señor
explicar en concreto qué tipo específico de «raros» no soportaba.
Quizás los «raros» que más sufren del desentendimiento social, sean los
rockeros –punks–, una de las tribus urbanas que más auge ha cobrado en los
últimos años, pero también puede ser otro grupo, los EMOs, igualmente
segregados, incluso por el resto de las tribus urbanas.
Aunque sus orígenes se encuentran en la década de los sesentas, la cultura
EMO nace con fisonomía propia en los años ochentas como un estilo musical
derivado del estilo punk hardcore americano. El término EMO viene del
inglés: Emotional hardcore music.
Los EMOs se han difundido sobre todo en Latinoamérica, principalmente en
Chile, México y Argentina, países donde el marco económico permite la
expresión plural de la cultura. La mayoría tiene edades entre los catorce y
veinte años y los caracteriza una visión negativa de la vida: suelen
mostrarse al mundo como pesimistas, víctimas de una sociedad creada pensando
en el capital y en los intereses privados, que se olvida de las personas y
sus verdaderas necesidades espirituales.
El salto de los EMOs a la popularidad ha dado mucho que hablar, porque
aunque son jóvenes pacíficos en su mayoría, han tenido detractores que les
tachan de superficiales y de seguir modas, lo cual en varias ocasiones ha
generado rechazo social hacia esta cultura urbana.
Formalmente los EMO se caracterizan por un peinado engominado, cubriendo
parte de la cara, piercings, tenis Converse –que en Cuba solo pueden
adquirirse a un costo que oscila entre los cuarenta y los setenta CUC–,
muñequeras, chapas, sudaderas con capucha, camisetas ajustadas (generalmente
negras) y calzoncillos a la vista.
El concepto del mundo, o al menos el que preconizan, es su identidad como
mentes inconformes y pesimistas. Se preocupan mucho por su apariencia, igual
que el resto de las tribus, y se declaran en contra de las modas (aunque
extrañamente ser EMO está de moda), suelen tener tendencia a preguntarse el
sentido de las cosas y no suelen creer en las religiones. Una de sus frases
más repetidas, que se puede oír en cualquier esquina de las ciudades cubanas
donde existen las tribus urbanas (las más representativas: Habana, Holguín,
Santiago de Cuba, Santa Clara y Camagüey) es el EMO nace, no se hace,
sustituir un dolor por otro produce alivio.
Expresiones como esta abundan entre los seguidores de la su estilo, que
invitan a la autolaceración como método de escape al supuesto dolor
emocional que implica estar vivos.
Los Pokemones integran una cultura similar a la de los EMOs, aunque basada
más en la estética y con una visión de la vida más positiva. Surgieron en
Chile hace poco más de un año, y junto a los EMOs, están bastante extendidos
en América Latina. Al ser una tribu derivada de los anteriores, visten
prácticamente igual. Su principal diferencia es que llevan ropa más
colorida, con pantalones chillones y complementos de colores vivos. Heredan
gran parte de sus ideas de los EMOs, diferenciándose de estos en que ven la
vida desde un punto de vista más positivo.
TRIBUS URBANAS
Una tribu urbana –definición más extendida y mejor entendida– es un grupo
de gente, generalmente jóvenes, que se comportan de acuerdo a las ideologías
de una subcultura, que se origina y se desarrolla en el ambiente de una urbe
o ciudad.
Otras fuentes las definen como pandillas, bandas callejeras o simplemente
agrupaciones juveniles que visten de forma similar, que poseen hábitos y
lugares de reunión comunes. El concepto de la banda consiste en buscar en
sus análogos modos de pensar y de sentir semejantes a los propios, sin ser
necesariamente conscientes de ello.
Formar parte de la banda refuerza la negación juvenil a la obligación de
adaptarse un mundo adulto, a sus reglas sociales de pensamiento y de
conducta. La banda ofrece a sus miembros la base afectiva que estos no
pueden encontrar en su entorno social tradicional. El juego, la bebida, el
flirteo, incluso el escándalo en la vía pública o la destrucción de objetos,
son algunas actividades que producen bienestar en el grupo.
El objetivo fundamental, no obstante, no es la actividad en sí, sino el
estar juntos en base a las semejanzas.
La mayor parte de los analistas del tema concuerdan en que el fenómeno de
las tribus urbanas no es nada más que la búsqueda de los jóvenes de aquella
identidad que añoran. Cuando un joven se integra a una sociedad que posee y
le permite expresar las mismas tendencias, modas y pensamientos que él, este
se sentirá identificado tanto con el grupo como con sus símbolos y modas.
La identidad de cada una de estas tribus discurre según su ideología y según
la individualidad de la persona en sí, por ejemplo, mientras los skinheads
(cabezas rapadas) son de tendencias violentas, los hippies manifiestan un
comportamiento pasivo –partiendo del pacifismo. El fenómeno hippie surgió
en Estados Unidos al calor de la protesta contra la guerra en Viet Nam.
Las tribus urbanas se caracterizan por mantener un patrón estético regular
entre varios individuos de la misma tendencia. Los miembros de una tribu
suelen tener fuertes convicciones sociales, de carácter místico, o incluso
creencias religiosas.
PUNK V/S EMO
En los últimos tiempos los EMOs se han visto en la mirilla de la prensa, no
justamente por ser adolescentes adictos a la melancolía, con un concepto
estético oscuro y andrógino –resulta difícil, atendiendo a la vestimenta y
el maquillaje identificar el género de un EMO. Han saltado a la popularidad,
por desgracia, porque se ha puesto de moda golpearlos. «Si los ves solos o
en grupos, golpéalos. Si crees que son muchos para una sola persona, llama a
algunos amigos. Si te cansas de golpearlos descansa, no te preocupes, no
irán a ningún lado».
La mayoría de las páginas web que distribuyen esta propaganda son europeas,
lo que explica su confeso aliento racista, fundamentalista y xenofóbico,
porque gran parte de la comunidad EMO que habita sus ciudades es de origen
latino.
La moda de incitar a la violencia contra la comunidad EMO viene casi siempre
de bocas punks. Lo que les irrita de los EMOs –según sintetizó un
contribuyente de Wikipedia– es que, pese a que surgieron de un movimiento
musical con una propuesta bastante definida, ahora son sólo fachadas, sin
ningún ideal o identidad.
Dentro de las tribus urbanas también se encuentran individuos denominadas
posers, que usan la estética y despliegan el comportamiento de una tribu
urbana específica, pero no comparten la filosofía propia del movimiento. Los
posers generalmente resultan marginados por las tribus a las que imitan.
De este concepto parten los detractores del fenómeno EMO. Hecho que deviene
en un conflicto conceptual entre las tribus, que luego se desarrolla en
luchas entre las mismas: enfrentamientos armados en lugares públicos,
insultos a través de imágenes vía Internet o graffitis en paredes públicas.
La anarquía, que no es el caos, –corriente que defienden los seguidores del
estilo punk– fomenta el gobierno de uno mismo, el autocontrol ¿No estarán
entonces traicionando su propia identidad bajo el pretexto de la falsa
identidad EMO? Sentirse ajeno a las creencias de un grupo determinado no
otorga el derecho a excluirlo, menos aún golpearlo, menos aún incitar a la
violencia masiva en su contra.
Mucha gente está de acuerdo –me incluyo en esa lista– en que la depresión
y la melancolía, casi patológicas, no son códigos para descifrar el misterio
de la vida humana. Objetamos con fundamentos de preservación de la cultura
tradicional la idea de vestirse como mujer y hombre a la vez. No compartimos
la opción de la anorexia y el suicidio juvenil, pero incluso así, respetamos
su forma, y siempre que no contradigan las normas de lo legal, es
perfectamente tolerable.
No obstante, es verdad que bajo la bandera de «respeta la intensidad de mis
sentimientos» muchos EMOs rinden culto a la insustancialidad, a la
superficialidad. a la pura fantochería.
El enfrentamiento entre estas dos tendencias de tribus urbanas, en países
donde se expresa con rasgos clásicos la sociedad de consumo, se debe en
mayor medida a la «invasión» de los espacios de convivencia de uno y otro
grupo.
La incitación a la violencia, recordemos, fue un mecanismo usado con éxito
rotundo en la propaganda nazi antes de la II Guerra Mundial, que le dio
puertas abiertas como fenómeno de masas al nacionalsocialismo alemán.
COMPORTAMIENTO JUVENIL
Las prácticas juveniles en la actualidad llaman la atención de la opinión
pública, los medios de comunicación y las autoridades políticas en todas
partes del mundo. Sin embargo, a pesar de la relevancia del tema, son
escasas las investigaciones sociológicas que hablan de los jóvenes desde su
condición identitaria. Casi todos los estudios que se realizan están
plagados de una visión estereotipada que apenas permite entender el actuar
de los jóvenes del hoy.
El estudio sobre el comportamiento de la juventud se inicia a partir de las
investigaciones del norteamericano Ralph Lintonen en la década de los
cuarentas del siglo pasado. Lintonen, mediante la mera observación de los
adolescentes estadounidenses de las escuelas secundarias, se percata de que
estos «están comenzando a construir un mundo separado al de sus propios
padres con sus propias normas y valores».
Para esta época la escuela comienza a transformarse en el centro de la vida
social de los jóvenes, en un espacio que origina una nueva sociabilidad y
nuevas representaciones asociadas a cada demarcación cultural.
Posteriormente otros investigadores del tema evaluarán las ideas de Ralph
Lintonen, legitimando el surgimiento de una cultura juvenil, que
«cristalizaba en una cultura autónoma e interclasista centrada en el consumo
hedonista, a pesar que ésta no producía, por estar todavía en el sistema
educativo». Esto lleva a algunos a señalar que la cultura juvenil se aleja
cada vez más del trabajo como virtud, e incluso de la estructura de clases,
ya que el acceso al tiempo libre, por ejemplo, eliminaba las diferencias
sociales entre los jóvenes, uniformándose la cultura juvenil, en la medida
en que se vinculan al mercado a través del consumo.
El contexto social en el que surgen estos grupos de jóvenes no es de manera
preponderante en la marginación; en no pocos casos, se trata de miembros de
la clase media y alta con acceso a la educación universitaria y con fuentes
de ingresos que les permite sostener un estilo de vida y de consumo
elevados.
Distinguir entre las «expresiones» juveniles del mercado de consumo y las
inquietudes sociales de la juventud nos permitirá orientar la participación
de los jóvenes en procesos de compromiso con su entorno social inmediato
trascendiendo los estereotipos de consumo.
Algunos investigadores, atendiendo a este último postulado, sostienen que
las tribus urbanas no son un fenómeno social. A su entender estas son un
modelo de consumo predefinido por las leyes del mercado. Los comportamientos
juveniles cotidianos donde, según estos autores, se observa un proceso
paulatino de rechazo al valor intrínseco de las normas sociales
tradicionales, permiten construir imágenes estereotipadas, etiquetándolos
como individualistas, consumistas, amorales y apolíticos.
En Cuba las tribus han venido cobrando auge desde antes de la caída del
campo socialista –aunque este hecho fue el principal impulsor del fenómeno.
La capital y otras ciudades importantes fueron las iniciadoras, pero hoy se
les puede observar casi en toda la isla, aún en zonas rurales donde parecía
imposible, ilógica, su localización.
Por suerte los jóvenes cubanos que pertenecen a la comunidad EMO reconocen
que sus problemas no imponen la necesidad de apelar al suicidio como salida.
Los datos sobre la muerte autoinfligida en Cuba dan fe de ello
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